la fiebre pokemon


Muchos han sido los fenómenos de moda (series, películas, grupos de música…) que han desencadenado el furor entre nosotros, pobres e ingenuos consumidores, haciéndonos adquirir compulsivamente cualquier tipo de novedad, merchandising o tontería de turno que saliera a la venta. Dragon Ball, Saint Seiya, Star Wars, El Señor de Los Anillos, LOST o la multitud de “estrellas musicales” actuales de dudosa calidad que mueven masas multitudinarias (Tokio Hotel, Hannah Montana…) son ejemplos de lo que me estoy refiriendo. Todos suelen seguir el mismo patrón: experimentan un auge impresionante en cierto momento, en el cual todo el mundo, sea o no fan de la novedad en cuestión, se vuelve loco por ella y se vive una especie de “fiebre” que suele durar de unos pocos meses a un par de años y, transcurrido ese tiempo, se pierde gran parte de la legión de admiradores “casuales”, quedando solo los más fieles y verdaderos amantes del suceso o simplemente no quedando nadie. De todas estas fiebres obsesivas y pasajeras la que más he vivido de cerca y a la cual me voy a referir en los párrafos siguientes es lo que muchos medios bautizaron como “Fiebre Pokémon”.

La fiebre amarilla

Para tratar la pasión desatada por Pokémon en prácticamente todos los países donde aterrizó es necesario ponernos un poco en situación, ver qué ofrecía el juego y qué lo hizo tan popular. Corría el año 1996 cuando hicieron aparición por vez primera en Japón los monstruos de bolsillo. Fue en un momento en el cual Game Boy, la vendelotodo de Nintendo, había entrado en una pequeña crisis por la falta de títulos emblemáticos y originales (lejos en el tiempo quedaban ya “Zelda: The Link’s Awakening”, “Metroid II” o los “Super Mario Land”), por lo que Pikachu y compañía se encontraron con un mercado amplísimo que no tenía ningún contenido “first party” destacado al que echar mano. Salieron a la venta dos juegos: Pocket Monsters Aka and Midori (Pokémon Rojo y Verde), lo cual de por sí ya era chocante, y más aún si tenemos en cuenta que eran exactamente iguales en todos los aspectos. La única diferencia, y aquí radicaba la originalidad y encanto de la saga, era la variación de unos pocos Pokémon, los pequeños seres que teníamos que atrapar, de una versión a otra. De este modo el lema “Hazte con todos” resultaba chocante, ya que el propio juego nos imponía unas limitaciones imposibles de salvar… de no ser por la verdadera revolución que trajo consigo esta serie: el intercambio de criaturas a través del cable Game Link. Así nos encontrábamos con un RPG al uso, con combates por turnos basados en la mejora gradual de nuestro equipo mediante la combinación de tipos, ataques, entrenamiento y captura. La trama tampoco destacaba especialmente, sin ir más allá del típico “niño solitario salvador del mundo”. Fue el factor de conectividad lo que dio identidad a los videojuegos, la necesidad de tener un amigo con la versión gemela a la tuya, con el Pokémon en cuestión que te faltaba; el orgullo de perfeccionar y subir de nivel a tus monstruitos para enfrentarte al día siguiente con tus compañeros de clase compitiendo por el título de mejor entrenador… eso fue lo que hizo, junto a un carismático y alegre diseño de personajes, grande a los videojuegos.
En su primer año de venta ya colocó 4 millones de copias solo en Japón. La idea de Satoshi Taijiri estaba saliéndole más que rentable a Nintendo. En 1997 se empieza a trabajar en un anime que siguiera a grandes rasgos los pasos dados por el protagonista de la aventura virtual. De este modo la saga, con anime acompañado, da el salto a occidente, en 1998 a EE.UU. y en 1999 a Europa. Todos sabemos lo que pasó: éxito instantáneo. Pero a partir de aquí, y vistas ya las circunstancias y virtudes que llevaron a esta obra a lo más alto, pasaré a la que era mi intención inicial: centrar el artículo en lo que supuso el fenómeno Pokémon en España.

Mi nombre es Ash Ketchum, y soy de Pueblo Paleta

Pokémon llegó a España como había llegado a todos los lugares: triunfando. La prensa, ya fuera especializada en videojuegos o no, dedicaba páginas y páginas al nuevo fenómeno, los juegos se vendían como churros y cada tarde una legión de fieles se dejaba los ojos en el anime que retransmitía Telecinco.
Pokémon consiguió en aquella época algo muy difícil y que aún hoy Nintendo trata de alcanzar: aunar en un mismo videojuego a los jugadores “casual” y a los “hardcore”. Todo el mundo adoraba a Pikachu. Muchos son los casos de gente que no tenía la más mínima intención de comprarse una Game Boy y lo hicieron solo por estos juegos, y muchos más eran los casos de gente que nunca había jugado a una consola y Pokémon despertó sus ansias. Del mismo modo los “hardcore gamers” de la época encontraron en “rojo” y “azul” una propuesta original y divertida a la que dedicar horas y horas. Este éxito instantáneo trajo consigo el pertinente bombardeo de merchandising. A continuación paso a nombrar lo que más destacó en nuestro país:
  • Tazos: ¿Quién no ha tenido alguno? Los regalaban con las bolsas de Matutano y, como en los juegos, nos proponían hacernos con todos (ya fuera intercambiándolos o retando a nuestros amigos).
  • Cromos: Ese mítico álbum rojo con Pikachu y Ash en la portada. Al igual que los tazos y como si de una Pokédex se tratara nos retaba a coleccionar y pegar en su interior todos las especies existentes. Además algunos brillaban de una forma muy molona.
  • Figuritas de Pokemon: Las típicas figuras de plástico para jugar con ellas o las más detalladas y caras para coleccionistas.
  • Trading Card Game: Juego de cartas basado en el sistema de debilidades de los videojuegos que tuvo también su versión para Game Boy.
  • Además de todo esto era muy fácil toparse con multitud de imitaciones: desde camisetas cutres del mercado con un Ash medio desfigurado en el pecho hasta falsos tamagotchis con un Pikachu dentro. Todo era posible.
Antes no se era “friki” por jugar a Pokémon (aunque también es cierto que tampoco se usaba esta palabra), sino que era lo más normal del mundo. Seguramente tu compañero ligón y guaperas de facultad, el que ahora dice que los videojuegos son para niños, se pasaba las horas pegado a su Game Boy lanzando ultraballs a Mewtwo. Esto fue así durante la primera (Rojo, Azul y Amarillo) y segunda (Oro, Plata y Cristal) generación, pero poco a poco la saga fue considerándose algo más infantil y, como he dicho antes, “friki”, perdiendo fuelle a medida que nuevos títulos eran lanzados al mercado.

En la actualidad

Hoy en día Pokémon sigue siendo un fenómeno de masas. Ya no se puede ver a niños jugando a los tazos por la calle, ni intercambiándose cromos, pero cada juego de la franquicia que sale al mercado tiene un grandísimo número de ventas (sin llegar, evidentemente, a los 31 millones de copias que colocaron las primeras entregas) y su merchandising sigue siendo uno de los más demandados. Además sus protagonistas han tenido un gran calado popular, siendo algo habitual ver globos con la cara de Pikachu o peluches de Jiglippuff en cualquier lugar. ¿Qué hizo mal Nintendo para que se perdiera esa pasión inicial? No sería descabellado decir que la repetición estructural, la poca innovación a nivel argumental y la sobresaturación del mercado con cientos de títulos de la licencia apartados de su “rama principal” podrían haber sido los culpables, eso sumado a la pérdida de calidad progresiva del anime, al hecho de que el número de Pokémon a atrapar ascienda a 649 y el enfoque hacia un público infantil. Pero no nos engañemos, la culpa no es de nadie, simplemente era algo destinado a arrollar todo lo que se ponía a su paso hasta que otra moda lo sepultase y ocupara su lugar. Sin embargo, para aquellos que en su día disfrutamos (o que hoy día seguimos disfrutando) de esta magnífica serie siempre llevaremos dentro un pedacito de esas horas conectando Game Boy’s, intentando clonar con trucos o haciendo miles de peripecias para intentar que apareciese Mew. Siempre tendremos en la cabeza grabado ese opening de la primera temporada del anime (llegaré a ser el mejor…) y siempre recordaremos con cariño ese “¡Hazte con todos!”, esa fiebre que nos volvió locos.

y por ultimo el opening de la primera temporada:

al verlo me vienen a la cabeza tiempos mejores, tiempos en que todo el mundo se sabia todos los pokemon (151 pokemons).

via: pixfans

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